16 de febrero de 2012

Yo tampoco tengo miedo. Vivo cerca del río.

London Calling de The Clash aparece en diciembre de 1979. Del punk al rock, del reggee al ska,  diecinueve temas donde Strummer, Jones, Simonon y Headon dan una lección de Rock con mayúsculas. El mejor grupo de la actualidad (que la verdad no sabría decir cual es) debería volver a nacer para conseguir componer una de esas diecinueve canciones.
Para los punks unos vendidos, para los rockers unos punks desviados hacia la música comercial, para mí es, sin ninguna duda, el disco más punk de la historia. Empezando por la portada, y no solo porque Simonon aparezca a punto de romper su bajo (única vez que lo hace, según sus propias declaraciones) sino por el original en la que está basada, el álbum debut de Elvis Presley. La pose de Elvis con su acústica y la de Simonon destruyendo su Fender Precision es puro nihilismo punk.

 
Está claro que el punk fue atacado o ninguneado por sus detractores, centrados exclusivamente en imperdibles, drogas, crestas y demás actitudes provocadoras. The Clash, sin embargo, a lo largo de sus diez años de carrera musical, sigue la parte utópica e idelista del punk, escoge el camino del “háztelo tu mismo”, el de "la salida creativa a la frustración” y el “haz siempre lo que desees”. Evidentemente, no hace falta escuchar mucho London Calling para determinar que cumple estos tres preceptos.
Que Strummer y compañía tenían un alto nivel de frustración, principalmente respecto a la política del momento, queda claro a través de las letras del álbum; paro, drogas, falta de libertad, brutalidad policial, etc. Por otra parte, la fusión de estilos rompe con la tradición más punk de sus dos primeros discos. Hacen realmente lo que les viene en gana, sin poses a lo Sex Pistols, que no fueron más que una eterna caricatura de sí mismos y no pudieron avanzar mucho más allá de su Never Mind The Bollocks, seguramente por falta de talento, tanto en el terreno musical como en el personal.
The Clash huye del punk, tal vez inspirados en su propia frase, “He who fucks nuns will later join the church” de Death or Glory, para adentrarse en una coctelera de estilos que hacen de London Calling un álbum imprescindible de la música rock. 
Los ochenta empezaban con esta obra maestra, pero lamentablemente, no tantos como debían comprendieron la importancia de este disco y la década dio cosas como Duran Duran o Spandau Ballet. Tampoco los autores de London Calling sobrevivieron a su propia criatura y lo que vino después (Sandinista, Combat Rock y Cut the Crap) no fueron más que intentos de repetir la fusión de London Calling pero sin apenas llegar a construir unas cuantas buenas canciones, aunque no hay que llevarse a engaño, un disco mediocre de The Clash es muy superior a la media musical actual.
En definitiva, London Calling es un disco que se escuchó hace treinta años, que puedes escuchar hoy y que seguramente se podrá escuchar dentro de otros treinta años sin perder ni un ápice de vigencia. Hacer arte atemporal está al alcance de muy pocos y The Clash lo consiguieron con este álbum. Solo por esto merecen un hueco en lo más alto de la historia de la música rock.