1 de diciembre de 2015

Roald Dahl: la mirada del niño

Seguimos con los aniversarios. Si en una entrada anterior hablábamos de los 150 años de la publicación de Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, hoy hablamos del aniversario de la muerte de Roald Dahl (Cardiff,1916 - Oxford,1990). Y aunque es cierto que no sólo escribió literatura infantil, sí quiero centrarme en ella, no sin antes dejar de recomendar las novelas y cuentos que escribió para el público adulto y que en ocasiones han quedado en segundo plano. Y qué mejor manera de comenzar que con unas palabras suyas que resumen perfectamente su universo literario.
Considero que los niños son seres semi-civilizados. Al nacer se están por civilizar, cuando llegan a los 12 o 15 años ya se les han enseñado modales: a no comer con los dedos, a ser limpios, a vestirse adecuadamente. Un montón de cosas que en realidad no quieren hacer, que no les gustan. Subconscientemente, los niños odian ser civilizados. Y la gente que les obliga a hacer esas cosas que no les gustan son los padres. Sobre todo la madre. Más adelante son los padres y los maestros. A los niños no les gustan estos adultos y yo uso esto en muchos de mis libros. Se trata de dejar en ridículo a los adultos ¿sabe usted? Es algo inofensivo pero a los niños les encanta.
Matilda (1988). Iustración de Quentin Blake

Esa imagen del adulto mediocre, aburrido, alienado, al que los niños siempre le resultan molestos, es la proyectada en los libros de Dahl, el cual no tiene inconveniente en ridiculizar, maltratar, encoger o directamente hacer desaparecer a ese adulto. Sin embargo, también existen los adultos divertidos y cariñosos, aquellos que actúan en favor de los niños protagonistas y que, en cierto modo, Dahl convierte en niños.  Y aunque el escritor siempre toma como héroe al niño, no duda en “castigar” igualmente a aquellos niños cursis, egoístas, caprichosos; en definitiva, maleducados (basta con leer Charlie y la fábrica de chocolate).

Veruca Salt arrojada al agujero de los desperdicios por unas ardillas.
Charlie y la fábrica de chocolate (1964). Ilustración de Quentin Blake

Es difícil encontrar dentro de la literatura a un autor que haga una defensa tan acérrima de los niños, y eso a través de historias en ocasiones truculentas, repletas de humor (negro en ocasiones) y en la mayoría de los casos provocativas, pero siempre mezcladas con grandes dosis de ternura. A diferencia de muchos libros de aventuras, donde los protagonistas se mueven en grupos de amigos, los niños de Dahl son protagonistas individuales, que además, en la mayoría de las ocasiones necesitarán de la figura de un adulto (ese adulto "bueno" al que nos referíamos en el párrafo anterior) para triunfar sobre el mal (sea cual sea la forma en que éste se represente). Esta individualidad del niño es acentuada en algunas de sus obras, bien por la orfandad del protagonista (James, Sofía, el niño de Las Brujas) o bien por la despreocupación de los padres, como en el caso de Matilda. Este aspecto es uno de los más característicos y repetidos en los cuentos tradicionales. No es el único que se repite en la obra de Dahl. La partida del héroe, las escenas peligrosas y terroríficas, el final feliz, la lucha del bien y el mal, etc. En efecto, cuando leemos a Dahl leemos a un autor moderno pero con un fondo tradicional, hasta tal punto que él mismo homenajeó los cuentos tradicionales, a su manera, en Cuentos en verso para niños perversos. 

Las Brujas (1983). Ilustración de Quentin Blake

Las obras de Dahl están influenciadas por su propia biografía, incluyendo datos de la misma en sus libros, entremezclando realidad y fantasía (afición por las golosinas y el chocolate, orígenes noruegos, traumática época escolar…).

Dalh posee una narrativa directa, sin extensas descripciones y con una abundancia de diálogos que permite no sólo una lectura privada y sencilla sino que provoca que cualquier padre disfrute leyendo a su hijo, permitiendo los cambios de voz, girando de lo grotesco a lo humorístico; y todo ello lleno de juegos de palabras, lenguajes inventados, surrealismo y eso tan británico que denominamos nonsense. Sin duda alguna, leer a Dahl es más que leer, es jugar.

El niño lector se siente fuertemente identificado con el niño protagonista, rechaza a los adultos que ejercen como villanos y se ampara en los adultos bondadosos de la historia (sea este mundo adulto representado por humanos, gigantes, animales, etc.). El lector adulto desea volver a su infancia y ser ese niño, o al menos identificarse con el adulto bondadoso que comprende y ayuda al héroe. Pero mientras leemos nos hacemos una pregunta inevitable. ¿No nos habremos ya convertido en el villano, en el adulto egoísta y aburrido que desprecia el mundo infantil?


Pese a que sus libros hayan sido publicados hace poco más de medio siglo, Dahl es ya un clásico  y como tal, las estanterías de nuestros niños deberían contener sus obras.


Roald Dahl (Wikipedia)
Página de Roald Dahl (en inglés)



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